Bajo el vaivén de los vehículos en uno de los semáforos más concurridos de Neiva, Alejandro lanza sus machetes al aire y los recoge con una precisión perfecta. Su atuendo sencillo y su sonrisa brillante cautivan la mirada de quienes están a la espera del rojo hasta que cambie la luz, para muchos es un artista de la calle más, pero tras esa imagen se alberga una historia que lleva la contraria a los estereotipos.
Nacido en el ámbito de una familia rica, en la ciudad de Manizales. Su infancia estuvo llena de oportunidades: una buena educación, viajes, en fin, todas esas comodidades que cualquiera habría pretendido. Se formó como ingeniero civil, con un futuro prometedor ante la alternativa de poder presidir oficinas y proyectos de gran envergadura. Sin embargo, a sus 26 años decidió que eso no era para él. "Lo que me hacía feliz no estaba detrás de un escritorio, sino en el aire, en el ritmo, en los aplausos de la gente", explica mientras que limpia sus machetes.
Desde niño, los malabares fueron su pasión; aprendió como un pasatiempo, pero con el paso de los años se convertía en una habilidad que le traía libertad y alegría. Después de terminar su carrera, promovió algo que pocos entendieron: dejó su trabajo y salió a las calles, no por necesidad, sino por vocación. “La vida es corta, y yo quería vivirla a mi manera, con autenticidad”, dice, con una sonrisa que desarma cualquier crítica.
Alejandro, acaba su jornada ganando el dinero para vivir en los semáforos de Neiva con un show que no sólo sorprende, sino que motiva; sus movimientos son perfectos, resultado de las horas de trabajo y la dedicación invertida, el dinero que gana le basta para cubrir sus necesidades y su auténtica recompensa está en cada sonrisa, en los aplausos de la gente, en la libertad de vivir sin ataduras. "No importa cuánto gano; importa cómo vivo. Aquí, en la calle, yo soy yo. Sin máscara, sin presión, sólo mis malabares y mi pasión".
Su historia es un recordatorio de que el éxito no siempre se mide por títulos o sueldos, sino por el ser capaz de vivir la vida a partir de tus propias elecciones, de tu propia autenticidad, con alegría; porque lanzando en cada movimiento los machetes, Alejandro lanza un mensaje de libertad y de que la felicidad está en nuestras elecciones, no en lo que los demás esperan de nosotros.
La historia de Alejandro es increíble y deja a todos sin palabras, vivir por pasión y no por necesidad o comodidad cambia la perspectiva de cualquier persona que ha tenido, que tiene y que tendrá un sueño y que por miedo no ha seguido.
Detrás de cada sonrisa hay una historia reflejada por contar.